En cualquier proceso judicial, los plazos son mucho más que fechas en el calendario: son límites legales que, si no se respetan, pueden afectar directamente al resultado del caso.
El sistema judicial funciona con tiempos concretos para presentar documentos, responder escritos, aportar pruebas, interponer recursos, etc. Si alguno de estos plazos se pasa por alto, las consecuencias pueden ser graves: pérdida del derecho a recurrir, inadmisión de documentos, multas procesales o incluso archivo del procedimiento.
Aquí es donde entra en juego el trabajo del procurador. Somos los encargados de controlar, vigilar y cumplir con esos plazos, presentando la documentación necesaria en nombre del cliente. Nos aseguramos de que todo esté en orden, se registre correctamente y llegue a tiempo al juzgado.
Contar con un procurador que conozca los tiempos, las normas procesales y el funcionamiento interno de los juzgados no solo garantiza que no se te pase ningún plazo, sino que te da la tranquilidad de que tu procedimiento avanza sin errores formales ni sobresaltos.